En el País Vasco el problema arranca de la Ley del Deporte de 1998, que aplica a las actividades deportivas de carácter popular el rasero de las profesionales. La FVM/EMF en vez de rechazarla por ser una normativa que perjudica a los clubes, imitando a la FEDME abrazó las competiciones con entusiasmo. En consecuencia, lo esencial del debate no es estar a favor o en contra de las carreras, sino optar por el modelo federativo tradicional, con base popular y participativo, o por otro elitista y competitivo. Tal discrepancia se da en todos en países con gran tradición montañera. Las asociaciones de Alemania y Austria dejaron la UIAA a finales del 2008 por considerar, entre otras razones, que no apoya el alpinismo tradicional.
Las competiciones tienen gran eco mediático, por eso los políticos, que deben revalidar el cargo cada cuatro años, conceden subvenciones a pruebas con mucha prensa e imágenes televisivas. Esto explica que gran parte de los fondos que gestionan las federaciones no estén destinados al montañismo tradicional, sino a competiciones donde los participantes suelen ser corredores de maratón o de cross. La FVM/EMF entrega a actividades competitivas, forzosamente minoritarias, un presupuesto que casi multiplica por cuatro el dedicado a las no competitivas y a 180 clubes que representan a 28.500 federados. Se mire por donde se mire, resulta difícil entender que las federaciones se presten a colaborar en un reparto tan injusto.
FUENTE: Desnivel