Del 26 al 28 de febrero estuvimos en el Pirineo Atlántico, concretamente en el valle de Aspe, con el fin de llevar a cabo una actividad de montaña invernal.

Así, el viernes 26 llegamos al refugio francés Labérouat 25 montañeros a pesar de que las previsiones meteorológicas eran bastante malas. Riesgo de aludes nivel 4 y ciclogénesis explosiva era lo que nos esperaba.

El sábado 27 amaneció según lo previsto. No obstante, salimos los 25 en dirección Col des Anies. Al poco tiempo de comenzar la salida, dos compañeras se volvieron al refugio debido a la lluvia y el resto del grupo continuó hasta una cabaña no guardada que se encontraba pasado el bosque. En este punto se decidió no continuar dirección pico Anie sino seguir el camino GR, que siguieron 15 montañeros. El resto esperaron en la cabaña. Sin embargo, al poco de comenzar el ascenso por el camino GR se tuvo que regresar debido al fuerte viento. Reunidos todos de nuevo, se volvió al refugio sintiendo enormemente no haber podido hacer cumbre.

Por la tarde del sábado visitamos un par de pueblos franceses, como Lescun para aprovechar un poco el tiempo.

El domingo 28 el día se levantó entre nubes y claros pero se desestimó ascender al pico Billaré, como estaba previsto, por el riesgo de aludes. Así, siete compañeros del grupo se dirigieron hacia el valle de Ansabère con dirección a un cordal cercano, pero no hicieron cumbre y el resto volvimos a Madrid.

No se pudo hacer montaña, pero se disfrutó de un paisaje invernal excepcional como es el circo de Lescun.

En esta actividad han participado 25 montañeros, 16 hombres y 7 mujeres.  Del grupo, 18 están federados y los 7 restantes estaban cubiertos por el seguro que tiene suscrito Pegaso para tal efecto.

Valle de Ansabère

El domingo 28 de febrero amaneció nublado y ventoso, aún así, 7 miembros del grupo decidimos salir a hacer actividad, la zona elegida fue el valle de Ansabère que ninguno de nosotros habíamos visitado antes.

Nos despedimos de los compañeros que regresaban a Madrid, y tras algún que otro intento fallido de aproximación, llegamos a la carretera de acceso a dicho valle. El día empezaba a despejar y un cálido sol nos dio la bienvenida en el aparcamiento donde dejamos el coche a eso de las 9,45 h. Empezamos a subir por una amplia pista, en buen estado para la circulación, pero por donde no nos atrevimos a subir los coches por desconocimiento. En una de las curvas vimos señales de GR, por lo que nos desviamos en un principio, pero al comprobar que dichas señales nos llevaban hacia otro valle, regresamos a la pista. Un poco más adelante, tras una media hora de marcha desde el comienzo, llegamos al final de la pista y vimos un cartel indicador con los nombres y tiempos de llegada a la Cabaña de Ansabère y el lago del mismo nombre. En este lugar hay un amplio espacio donde se puede dejar el coche.

Cruzamos el arroyo por el Puente de Lamary  a 1171 m y emprendimos la subida por un bonito sendero a la derecha del arroyo. Enseguida la nieve hizo acto de presencia y como estaba blanda, nos pusimos las raquetas, seguimos avanzando por el bosque 1 h más o menos hasta llegar a unas campas donde se abrió el hermoso panorama del valle con los picos de derecha a izquierda de La Mesa de los 3 Reyes, Petrechema y Agujas de Ansabère, Punta Sorbacal, Mallo de Acherito, etc, tras consultar el mapa, decidimos dirigirnos a nuestra izquierda, por la parte más abierta del valle, en dirección a la Cabaña y el Lago de Ansabère.

Al cruzar vimos lo que sin lugar a duda, era la huella de un oso en la nieve. Sabemos por el guarda del Gabardito, donde estuvimos el año pasado en mayo, que hay osos que cruzan a un lado y otro por esa zona, entonces también vimos la huella de otro cerca del pico Agüerri. A partir de las campas el camino se hace algo más empinado, pero resulta bastante cómodo y fácil de seguir. Llegamos a las cabañas, porque son 3 aunque una de ellas es la principal, y paramos a comer para reponer fuerzas. El panorama es espectacular, el circo que antes habíamos divisado a lo lejos, aquí se agranda e invita a continuar ascendiendo. Paramos poco rato y reemprendimos la ascensión, hacia la izquierda, dejando las cabañas a la derecha, por palas de abundante nieve, y sin seguir ya ningún camino, en dirección a nuestro siguiente objetivo, el Lago de Ansabère, a 1,30  h aproximadamente desde las cabañas. El sol apretaba y el cansancio empezaba a hacer mella, eran las 13,40 h cuando Ismael decidió volver, pues tenía que conducir y no quería darse la paliza. Los 6 restantes continuamos ascendiendo un collado con una fuerte inclinación, siempre con las raquetas, hasta alcanzar el lago que aparecía cubierto de nieve. Debatimos brevemente por donde flanquearlo para alcanzar el cordal, hubo discrepancia al 50%, al fin elegimos la opción más empinada, pero más alejada de las posibles avalanchas, por lo que ascendimos por la derecha del lago, por una loma, flanqueando hacia arriba, con las raquetas, que algunos decidimos quitarnos ante lo empinado del terreno, aunque la nieve seguía estando blanda. Tras unos 45 minutos de duro esfuerzo llegamos al fin al cordal. Las vistas eran espléndidas. Divisamos a lo lejos el Anie, nuestro objetivo frustrado del día anterior, totalmente blanco, La Mesa, Petrechema, La Sierra de Alanos, el Mallo del Acherito, el ibón del mismo nombre a nuestros pies, cubierto de nieve como su homólogo francés. A lo lejos el Castillo de Acher, con su aspecto de fortaleza, el Aguerri totalmente blanco y, en especial, el Bisaurín, macizo e imponente, también cargado de nieve. Dejamos las mochilas y enfilamos el cordal en dirección este durante unos 20 minutos hasta llegar a una cornisa estrecha y expuesta, donde paramos a contemplar el panorama y decidimos regresar.

Eran las 15,30 h y no nos podíamos demorar, algunos nos pusimos los crampones para bajar más relajados, aunque la nieve estaba blanda, retomamos las mochilas y descendimos, al principio con precaución por lo empinado del terreno y más adelante a buen ritmo. Cerca del Lago a todos les dió por tirarse en culo esquí, yo más mayor y tranquila, decidí seguir andando, siguieron con el culo esquí desde un poco más abajo del collado que baja desde el lago, pues el primer repecho es empinado y la nieve estaba dura.

Alguno aún siguió tirándose por las palas menos empinadas de abajo, los demás cambiamos los crampones por las raquetas pasado el collado, pues no había suficiente inclinación, ni la nieve estaba lo bastante dura para deslizarse. Llegamos a las cabañas sobre las 16,30 h y paramos a coger agua y echar un vistazo a la principal que parecía limpia y bien cuidada como posible opción de vivac. Seguimos bajando, esta vez nos quitamos las raquetas al cruzar las campas, pues iba quedando menos nieve, y a las 17,30 h cruzamos de nuevo por el puente y llegamos al aparcamiento, donde Ismael nos esperaba para evitarnos el cansado tramo final de la pista. Nos cambiamos, comentamos, despedimos y bajamos al conductor del otro coche para que pudiera subir a buscar a los otros compañeros.

Sobre las 18 h iniciamos el viaje de regreso a Madrid, contemplando las últimas luces del valle de Lescun, con los restos de lo que fue el ferrocarril que lo comunicaba con la otra vertiente, los hermosos prados y arbolado que caracterizan el lado norte de la cordillera. En el lado sur, tras cruzar el túnel, nos topamos con el pueblo de Villanúa en fuerte crecimiento urbanístico, “adornado” con las inevitables grúas que nos encontramos por cualquier rincón de nuestro país. La luna llena, inmensa, que apareció en el horizonte por la carretera de Jaca a Sabiñánigo, nos dejó maravillados, ofreciéndonos una última visión mágica antes de regresar a la realidad que nos esperaba en la ciudad.