Tras los preparativos iniciales y la cena de rigor, a las 20:30 horas partimos el grupito de 12 componentes hacia el primer punto de la expedición, la Laguna de los Caballeros.

Al principio llevamos un ritmo bastante vivo en aras a aprovechar lo máximo posible el brillo del astro rey, intentando que el grupo (bastante dispar en cuanto a cadencia) no se estirase en demasía y haciendo reagrupamientos con frecuencia.

Al llegar el ocaso nos percatamos que, el denso humo que nos iba acompañando en la lontananza, justo en el mismo rumbo que nosotros, comienza a envolver el cielo impidiendo, tanto ver las estrellas como a Selene, la diosa Luna, cuyo fulgor intentábamos seguir como luminaria.

El olor a quemado era intenso y nuestro temor de no poder realizar la actividad como estaba proyectada, elevada. Mientras tanto, el dios Eolo, nos ayudaba de tanto en cuanto disipando la tupida cortina negra y nos permitía vislumbrar la hermosa rutilancia de la luna, (cuasi) llena y que asomaba, tímida, entre la penumbra.

Tras aproximadamente 4.30 horas de marcha, arribamos a nuestro destino. La Fortuna nos quiso jugar una mala, muy mala pasada y justo en ese momento, la capa de humo, inerme pero mortífera se fue metiendo con mayor virulencia, si cabe, en el circo glacial que dibuja la laguna junto con las cumbres del Juraco y Azagayas.  El humo estaba muy bajo y el grupo, alarmado, se planteó la posibilidad de volver a bajar a una cota más baja donde, el  fresco de la noche no fuese pábulo para el manto gris exhalado del infame incendio.

Decidimos quedarnos en tan bello paraje, ya que no podíamos dejarnos vencer por tamaño elemento al cual no habíamos invitado a la velada. A fuerza de la noche, el humo se fue disipando y fue dejando paso al reino de la luna (cuasi) llena, que después de retozar en nuestra compañía, avergonzada quizás por su hermosura, decidió esconderse entre una frondosa columna de niebla, que por momentos se confundía con el maléfico humo previo.

La noche fue corta. Pasamos un poco de frío y amanecimos con los sacos anegados de rocío, pero con muchas, muchas ganas de empezar el día.

Sábado 19 de agosto de 2016

Después del desayuno decidimos por consenso, hacer una variación a la ruta estipulada, para aprovechar mejor el día y dar rienda suelta a nuestro instinto prospector. El plan era, en primer lugar buscar la fuente del Ronchito, ya que en seguida nos dimos cuenta que en Gredos el principal enemigo es la falta de agua.  Posteriormente queríamos subir al Alto del Corral del Diablo y desde ahí seguir toda la cuerda hasta el Juraco, La Covacha y el Azagayas.


Un grupo reducido fuimos a explorar la fuente, que estaba completamente seca, mientras el resto esperaban en un collado cerca del primer pico.

Tras hacer este primero y comenzar a crestear hasta el collado que permite continuar hasta el Juraco  o descender hasta la Laguna del Barco (segunda pernocta de la travesía), un grupo de 7 decidimos continuar mientras otros 5 bajan hasta el lugar de llegada.

El grupo de La Covacha, realiza todas las ascensiones sin incidencias, bajando por la Laguna Cuadrada hasta la de El Barco. El otro grupo, tras alguna pérdida del camino balizado, arriba sin problema al punto de destino.

El broche de oro del día lo pone un estupendo baño en la templada laguna, que nos reconforta y revitaliza para la jornada posterior.

Pasamos la noche en un prado donde se alzan varios vivacs, esta vez sin humo y solazándonos con una maravillosa noche estrellada llena de estrellas fugaces. ¿Todos pedimos un deseo? No ha trascendido…..

Domingo 19 de agosto de 2016

El domingo amanece cálido y perfecto. Otra vez hacemos consejo tribal y partimos el grupo en dos. Uno seguirá la ruta proyectada hasta el Puerto de Tornavacas. El otro planea subir al Castilfrío desde el Circo.

El grupo del Castilfrío, según iba subiendo, decide explorar una vía alternativa al paso de la Angostura (paso natural de la sierra para salir del circo), encontrando una estimulante canal muy poco frecuentada con varios pasos acrobáticos, entre aquélla y la Canal Honda que, tras una vertical ascensión nos enfila hacia la subida de Castrilfrío.


Desde su cumbre, podemos ver, desde muy cerca, las labores de extinción aérea del fuego que lleva con nosotros tres días y que por suerte, está en sus últimos estertores.

Durante la sencilla bajada, alcanzamos al grupo principal que avanza sin ningún tipo de contratiempo.

Llegamos todos agrupados al Puerto de Tornavacas, donde un taxi espera sincronizadamente para recogernos y llevarnos otra vez al punto de inicio de la travesía.

Ponemos la guinda de la excursión dándonos un merecido homenaje gastronómico en un pueblo colindante con El Barco de Ávila y nos despedimos, satisfechos del extraordinario recorrido y la envidiable compañía de todo el fin de semana.

J.Javier Crespo

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HORARIO:
18:30h. a 21:00h. 
(Sólo días concretos, cuando hay reunión presencial) 
 
 

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