Durante la semana que queda para nuestro viaje, no recibo ninguna llamada ni correo. Llego a dudar que se haya recibido mi email.
La 1ª y 2ª noche, nos alojamos en Campus Cerdanya. En un principio, estaba previsto para la 1ª noche, el Refugio Mariailles (Francia), por acercarnos al inicio de ruta del sábado. No ha sido posible, las estrictas normas en cuanto a la temprana hora en que se cierra el Refugio (21:00h), el largo viaje desde Madrid (±8h), hacen que sea inviable que todo el grupo pueda estar en hora.
El sábado tendremos que madrugar un poco más, al alojarnos en Puigcerdá (Gerona), pero a cambio, tendremos un poco más de tiempo para dormir al llegar el viernes más temprano al lugar de pernocta.
Al llegar al Campus Cerdanya, nos informan que el Sr. Tesorero ha llegado antes que nosotros y ya ha anticipado buena parte de las gestiones económicas (mil gracias). Parece que el Sr. Tesorero está contento y no va a haber collejas de momento para el menda. Lo mismo al ponerse hoy los pantalones, ha descubierto, en uno de los bolsillos, uno de esos billetes olvidados de 10 € o más. ¿Qué suerte? ¿Donde hay que firmar?
Como las habitaciones están distribuidas y prácticamente coinciden con los integrantes de cada coche. Según vayan llegando, solo tienen que pedir la llave en recepción para poder acomodarse.
Así que las personas que integramos mi vehículo, nos vamos al pueblo a tomar algo y buscar donde cenar.
En la plaza del pueblo, nos tomamos un vino en el Bar Central, caracterizado por un ambiente bohemio, con un gran árbol, cuyo tronco partiendo de la barra, abarca inconmensurable, todo el local.
Después el Chiquitín, nos convence para que nos dirijamos a una pizzería que había visto con anterioridad y donde degustamos una sabrosa pizza con toda tranquilidad.
Volvemos al Campus Cerdanya. Ya solo queda por llegar el coche de Jorge, ¡un momento!, lo hacen en este momento.
Al llegar de vuelta a nuestra habitación, conocemos al quinto y último inquilino (Juan), primera vez en Pegaso, tipo discreto y prudente, que no pone mala cara a la cuadrilla que acaba de despertarle inmisericordemente.
Ya es sábado, 07:45 am, estamos en el comedor del Campus, lo más temprano que hemos podido. Nos espera un desayuno buffet muy completo, de hecho, a partir de las 08:15 am, también hubiésemos podido degustar huevos fritos.
Pero el deber nos llama y debemos desplazarnos al punto de inicio de la ruta que asciende al Pico Canigó. El aparcamiento situado en los aledaños del Refugio de Mariailles, más o menos una hora y media de coche.
Tenemos la ventaja que los 5 km de pista finales, los haremos de día y se podrán ver los posibles baches y podremos poner remedio para evitarlos.
Aparcados los coches, nos ponemos las mochilas para empezar la caminata. Como es habitual al Sr. Ávila le persiguen los infortunios, esta vez a modo de Camelback© roto. ¡Qué desastre! Al menos, ha traído una botella para pasar el líquido con sales de uno a otro recipiente. Se enfada, no quiere que se manche el GoreTex nuevo que se ha comprado debido a que el anterior …. , bueno esta es otra historia, si queréis, que os la cuente el mismo.
De este modo nos retrasamos, el grupo se pone en marcha y no espera. Les damos alcance un poco más adelante al pasar el Río LLipodera.
El día ha amanecido claro, pero fresco. Estamos andando por el interior de un bosque, en una zona de umbría. Se nota por el color de las hojas de los árboles, que aquí ya ha comenzado el otoño.
Poco a poco, van desapareciendo los árboles y llegamos al Refugio de Aragó , después a Plans de Cadí y más tarde describiendo amplios zigzags a la canal, antesala de la cumbre del Canigó. Se trata de una escalera tallada en roca, que hemos de tomar para poder ver la cruz metálica que corona el Pico Canigó. A pesar de tener que ascender utilizando las manos de apoyo, se sube de forma segura dado que la roca está seca.
Hago de escoba, como no podía ser de otra manera, empujo al Sr. Ávila para ayudarle a despejar sus eternas dudas en el momento de encarar el tramo final de cualquier cumbre. Apelo a Pelayo y tarareo el “Asturias patria querida, Asturias de mis amores …”. Hoy ese distinguido astur, el que tiene más patas que un saco de gambas, el Sr. Artime va a subir el Pico Canigó, creo que su record de pico más alto. Dicen las malas lenguas, que casi se le vio caer una lagrimilla de emoción al ganar la cima.
Toda la expedición sube el pico, las vistas son la leche y el día invita a permanecer un buen rato disfrutando y aprovechar para comer.
A modo de monumento, también hay en la cumbre una rosa de los vientos que sitúa todos los accidentes geográficos que nos rodean.
Es hora de emprender el camino de vuelta, que inevitablemente, tiene que ser el mismo, por el hecho de no haber venido en autobús. Algunos siguen de forma fidedigna el track y otros lo hacemos por un canchal, que por lo visto viene bien para prevenir el alzheimer.
Cerca del refugio de Aragó , cuando más llano está el terreno, me tuerzo un tobillo y tengo que hacer la croquetilla, tirándome al suelo para minimizar la posible lesión. Tal como me caigo, me levanto y sacudo el polvo. Casi, ni se me ha visto.
Deshacemos el resto de trayecto, disfrutando una vez más, de la paleta de colores que nos ofrece el otoño. De paso que voy mirando el suelo para esquivar las piedras que sobresalen a la caza del traspiés de algún incauto, me encuentro 1€. No soy el único, el Sr. Artime tiene un agujero en el bolsillo del pantalón y está que lo tira todo.
Visto y no visto. Estamos de nuevo en el punto de partida: el aparcamiento del Refugio Mariailles. Dudamos entre tomar una cerveza en el refugio y conocer a su gestor, el que nos obligó a anular la reserva. O visitar la cercana, amurallada y medieval ciudad de Villefranche de Conflent (Francia).
Nos parece más provechosa esta segunda opción. Visitamos la ciudad, nos interesamos por su historia en los paneles informativos y disfrutamos de las dulces y jugosas tartas de frutas fabricadas en una coqueta y seductora pastelería que nos encontramos durante el paseo.
Llegamos a una terracita, nos acomodamos y tomamos una refrescante cerveza tostada, ¡qué rica! Nos invita el Sr. Artime, que está que no cabe en sí mismo. La verdad es que el grupo no es muy numeroso, el día ha estado perfecto y todo ello hace que haya una buena comunión.
Hay que volver, atardece y refresca. La cena está programada a las 20.30 pm y queremos llegar con tiempo de ducharnos.
Como siempre me toca ser el último en pasar a la ducha y no me dejan poner un fax en la habitación. Como siempre soy de los últimos en bajar al comedor (por culpa de mi generosidad), ya se oye el trasiego de platos y cubiertos. De nuevo la cena es tipo buffet, hay dos primeros y dos segundos a escoger. Si se quiere, se puede probar todo.
Nos ponen también vino, por lo que no abro la botella de 1,5 l de Rioja que había traído para la ocasión. Quizá la abra en la salida de Somiedo, o si no, en la salida de Veteranos, para beberla en buena compañía, comiendo una tortilla y unas croquetas, probablemente.
Esta noche solo queda bajarse al Pub del alojamiento, para tomarse un gin-tonic con regalices antes de acostarse.
Suena el despertador. Parece que fue hace un instante cuando tomamos posesión de nuestras respectivas camas. Nos desperezamos, aseamos y terminamos de recomponer las mochilas antes de bajar a desayunar. Vuelvo a ser el último, no sé ¿cómo me las apaño?
Hoy tenemos que recoger todo lo que trajimos para desplazarnos a nuestro nuevo alojamiento. Para ello, nos tenemos que desplazar en coche a la localidad de Queralbs. Donde se puede tomar el tren de cremallera hasta el Santuario de Nuria, o bien, comenzar desde aquí mismo, la ascensión al Pico Puigmal. Esto hace que el desnivel positivo de 1100 m a superar, aumente en 750m más.
Diez personas toman el tren de cremallera y otros 5 subimos por el Barranco. Por lo que ya no nos veremos, hasta que lo hagamos en el Albergue Pic d’Aliga.
Durante todo el camino de ascenso, vamos acompañando al arroyo, en un principio el ritmo es lento debido a que no podemos adelantar con facilidad a los muchos visitantes, que al igual que nosotros, pretenden subir al santuario. No obstante, caminamos a buen ritmo y enseguida llegamos a Nuria, visitamos la Capilla de Sant Gil, donde escribimos en un papel un deseo, para propiciar que se nos cumpla, amparados por la influencia del santo lugar.
Esperanzados proseguimos la ruta a lo largo de una pista de esquí, donde algún miembro de la expedición, confunde uno de los cañones de nieve con alguna suerte de telescopio sideral.
En nuestro ascenso pasamos por parajes como la Coma del Embut.
A pesar de ser el Pico Puigmal una cumbre roma, tira mucho de las piernas y sorprende ver a bastante gente que ha llegado a la cima con sus bicicletas.
De nuevo en la cumbre encontramos una cruz metálica, esta vez con un caldero y una campana. El Niño y la Niña no resisten la tentación de subirse a una nueva cruz. Terminada la sesión de fotos, un grupo de personas sacan unas banderas “esteladas” para su particular sesión de fotos.
Tranquilamente espero a que acaben y saco del fondo de la mochila una bandera de España que traía para la ocasión. No les hace mucha gracia, pero la cabeza rapada y los magros músculos de acero del Chiquitín, propician que nosotros también tengamos nuestra pequeña sesión de fotos. Es más, algún catalán nos la pide para fotografiarse, sintiéndola como propia. Soy catalán y soy español, nos dice.
Hay que irse. Hay que ir al albergue, para comprobar ¿cómo le ha ido al resto del grupo? Además empieza a meterse una nube y se queda enganchada a la cumbre.
Descendemos desde la Cima del Borrut para llegar al Collado de la Fontalba, después tenemos que hacer una trocha para conectar con el camino que pasa por el Torrent de la Cometa y la Solana de la Fontalba.
Después solo hay que casi-casi faldear, mientras vemos al otro lado del valle el albergue, hasta donde hemos de subir en cuanto lleguemos a la estación del tren cremallera en Nuria.
Buscamos un bar en el santuario, lo hacemos atravesando la cola que se ha formado para acceder al tren de cremallera. Todo el mundo se quiere volver a la misma hora. De paso nos servimos unas palmeritas de azúcar que va repartiendo un hombre.
Al final encontramos el bar, Finistrelles creo que se llama, tomamos un refresco o cerveza según los gustos de cada cual, antes de subir al albergue.
Con cierto dopaje, emprendemos esta dura subida, que hace que te eches tanto hacia delante, que puedas coger algo del suelo sin que te tengas que agachar.
Al encarar la entrada del albergue, a través de las cristaleras, se puede ver al grupo charlando y bebiendo tranquilamente unas voluminosas jarras de cerveza.
Entramos y nos dan instrucciones de la localización de nuestra habitación grupal, donde están las dos duchas (de las cuales solo funciona correctamente una), sábanas, mantas, hora de la cena, etc.
Ya duchado me voy en busca del Sr. Tesorero, tenemos que abonar el alojamiento y no sabemos si vamos a tener que pagar penalización por la anulación de plazas que hemos estado realizando durante los días previos al comienzo de la actividad.
Realizados todos los trámites, mostrado el carnet de alberguista del grupo, solo hay que pagar 25 céntimos de más. Pedro se pone nervioso y se relaja al mismo tiempo. Quiere pagar cuanto antes y besar el mostrador de la recepción para celebrar la buena suerte. Después un poco de cerveza, invita el Sr. Ávila y enseguida la cena, que hay que reponer la energía gastada.
Todo está dispuesto, tenemos unas mesas reservadas para el grupo y solo hay que ir a buscar las bandejas que contienen nuestra cena. Ensalada, judías verdes y pollo al horno. Los vegetarianos pescado. De postre, el afamado yogur fabricado por la empresa La Fageda, caracterizada por ser una entidad sin ánimo de lucro en la que trabajan discapacitados intelectuales.
Nos avisan que tenemos que desalojar el comedor puesto que lo tienen que preparar para el desayuno de mañana. Así que la tertulia tendrá que continuar en el amplio hall de entrada.
Justo se queda libre una mesa. Sobre ella hay un tablero de parchís. Como somos cuatro, decidimos echar una partida. Al principio, con algo de buena suerte, empiezo ganando. Después a base de trampas, como siempre, el Sr. Ballesteros termina ganando la partida, al mismo tiempo que imagina oscuras estrategias para hacerse con el Trofeo 50 Años-50 Picos, que este año del cincuentenario, se celebra en el Club de Montaña Pegaso.
El sueño hace acto de presencia y vamos en busca de nuestras literas, intentando hacer el menor ruido posible para no despertar a los compañeros, que hace ya rato, se han acostado.
Al día siguiente nos levantaremos con tranquilidad, las nubes se meten en las cumbres, se estropea un poquito el tiempo en altura. Como el viaje hasta Madrid es largo, nos volveremos sin hacer la ruta preparada para mañana.
Después de un reparador desayuno, parte de la expedición se vuelve a recoger el coche a Queralbs, utilizando el tren cremallera. Otros deshacemos el bonito camino a pie. Nos tomamos nuestro tiempo disfrutando del agradable día y las buenas vistas. A la llegada, un refresco en la pequeña terraza de un bar que encontramos antes de llegar al aparcamiento del tren cremallera, lugar donde se encuentra estacionado nuestro coche.
Algunos participantes pretendían hacer algo de turisteo camino a casa. Nosotros debido a lo relajados que hemos ido, ya solo nos queda tiempo para volver directamente a casa, buscar un sitio para comer en la carretera y emplazarnos para la siguiente actividad de fin de semana que tendrá lugar en Somiedo. Se prevé bastante participación y habrá que estar atento, cuando se abra el apunte para poder conseguir plaza.
Solo unas líneas más para gradecer la ayuda prestada por Esther Pérez a la hora de planificar la actividad. El buen humor y buen ambiente creado por todos los participantes en la actividad. En especial, el del Sr. Tesorero, que hemos apreciado también lo tiene y sabe reírse cuando le cuentan un chiste. Como colofón me escapo sin recibir ninguna colleja, no me lo puedo “ni de creer”.
Gracias a todos, un gran abrazo.
Vídeo actividad: https://youtu.be/DRo6bTJl4As
