Serranía de Cuenca

Diseñé una travesía para el sábado y una ruta circular, más urbana,  para el domingo. Distintas y complementarias. Entre las dos pudimos hacernos “buena idea” de esta próxima ciudad. Dos recorridos que podemos guardar para mostrarlos a amigos y familiares y presumir por ello del buen quehacer de Pegaso. Tanta emoción sentí por mi trabajo que no dude hacer partícipes de esta actividad a dos socios que vinieron desde Cataluña. Sin menospreciar a Jose que lo hizo desde Alicante.

54 personas acudimos en torno a las 7.00 h. a Canillejas (único punto de salida). Completamos esta actividad 59, pues 5 decidieron llegar por su cuenta el viernes a Cuenca, por lo que hubo que recogerles allí.

A las 10.00 h. previo café o desayuno completo en Uña y bastante relajados, pues el día prometía ser espléndido y con horas suficientes para llegar a Las Majadas, el Grupo, ya fraccionado desde el inicio, se dispuso a concluir una de las rutas de senderismo más conocida y bella de toda la Serranía:  Del Escalerón a la Raya.

Tras una cómoda subida y sin casi perder de vista la laguna de Uña. Bordeando diferentes buitreras llegamos, entre otros,  al Mirador del Refrentón. Fotos, bocadillo, y sobre todo expectación por los acantilados, bosques y múltiples formaciones rocosas que nos conducen a la Raya: Una grieta metida en la roca.

De regreso  a Uña y tentados por su restauración, no pocos decidimos hacer un parón en uno de sus bares y obsequiarnos con una cerveza y tapa de queso manchego.

Algunos, próxima la hora de la comida, prefirieron quedarse en la localidad y comer “con mantel” (Hubo quien estuvo recordando las carnes y verduras a la  brasa de uno de los céntricos restaurantes). El grupo más numeroso, aunque considerablemente fraccionado, seguimos la andadura bordeando el pueblo hacia el canal de la Toba por el  que discurrimos aproximadamente 2,5 km. Aunque protegido con barandillas, las impresionantes vistas por el cañón del Júcar hicieron sentir momentos de vértigo.

Llegando al segundo túnel y habiendo puesto fin a la marcha más corta, nos adentramos por bosque. Con una suave pendiente, pero totalmente “a trocha” recorrimos unos 200 m. en busca del GR-66. Este tramo fue el que más dificultad nos produjo en la elaboración de la ruta. Temíamos no encontrar la salida y por ello tuvimos que volver una segunda vez a la zona. Superada esta dificultad, todo fue “coser y cantar”. Cómoda y algo aburrida pista nos llevó al desvío a Las Majadas donde  decidimos  comer algo pues era fuerte la subida nos espera hasta los farallones rocosos que dominan el valle. Allí encontramos a varios compañeros que prefirieron hacerlo tras el esfuerzo.  Abandonamos el camino para acceder a uno de los miradores más bellos de todo el recorrido donde permanecimos más de media hora. El lugar merecía sobradamente la pena, aunque sin desmerecer “El mirador del Picón del tío Cogote” o “Mirador de las Majadas” que nos ofreció un espectáculo increíble. Más de 25 buitres sobrevolando nuestras cabezas. Lugar de gran belleza en el que por la claridad del día tuvimos oportunidad de ver más allá de Tierras manchegas.

Y siguiendo el recorrido, ya superada más de tres cuartas partes de la ruta, nos acercamos a “Los Callejones”. Algunos los recorrieron en su totalidad, otros, cansados y con ganas de llegar a Las Majadas, decidimos sólo aproximarnos para comprobar que su parecido a la “Ciudad encantada” es cuasi real.

Empezó a nevar sutilmente. El día va perdiendo luz, pero no belleza. Al fondo Las Majadas junto a la sensación de jornada concluida. Satisfechos por la belleza de esta travesía y ansiosos por ese café, cerveza o simplemente aflojar de botas, esperamos al bus que viene de Uña. La oreja del mesón “El Cerrillo” (lugar poco grato por sus propietarios que nos adelantaron que no querían grupos) pone el broche a esta travesía y dispersos por los 3 bares del pueblo nos agrupamos en torno a las 18.00 h. para salir a Cuenca.  

La cena estaba prevista a las 21.00 h. Así que, a pesar del trámite de asignar  las habitaciones hay tiempo suficiente para ducharse, ponerse ropa de calle y salir, aunque ya de noche, a conocer la ciudad. Una lluvia fina hace abandonar la intemperie a gran parte del Grupo que termina visitando los bares próximos.

A pesar de haber consultado opiniones sobre las comidas en el Hotel, quedé sorprendida, pues comprobé que los menús para Grupos, servidos en el sótano,  no tenían mucho que ver con lo que allí se ofrecía en el restaurante situado en la última planta donde las vistas al parecer eran espectaculares. Siempre pensé que era imposible que se agarrase una sopa. La sopa de ajo que allí nos ofrecieron daba esa sensación. Y qué decir de la tortilla de patatas donde el huevo escaseaba tanto o más que en la tarta de queso. ¡Un auténtico ladrillo!

Domingo, día 20

Tal y como la organización había dispuesto, a las 8.00 h. tuvo lugar el desayuno. Desafiando mis expectativas, pues la cena del sábado no estuvo a la altura de lo previsto. El desayuno fue variado, copioso y apetecible, salvo los zumos difícil de averiguar su sabor y el café que, aunque bastante aceptable, dada la lentitud de su dispensador originó larga la espera.

Bollería reciente, embutidos, frutas y hasta tortilla de patata caliente. Nada que ver con la de la cena vegetariana de la cena.

Conseguí convencer a la dirección del Hotel para que nos hiciese un hueco en el comedor para dejar mochilas y maletas y no tener que “acarrear” el equipaje hasta la estación de autobuses donde se encontraba el nuestro.

Con el estómago lleno nos dirigimos al Parque de San Julián. Inusual lugar para hacerse la foto de Grupo. Extendimos la bandera y Vicente plasmó el imborrable recuerdo. No hubiera sido difícil averiguar el nombre de este Parque, pues en Cuenca creo que el 90 % de los lugares de interés turístico se llaman San Julián (el patrón) de la ciudad. Escasa lluvia que permitió sacar capas y chubasqueros. En breve cesó e iniciamos la andadura.

Aquí ya no contamos  con el total del Grupo. Algunos habían adelantado que harían un plan diferente, por lo que esta Memoria tendría que recoger las Mil y una opciones que se llevaron a cabo.

A diferente ritmo por el Paseo del Huécar y tras considerable ascensión, el Grupo más numeroso llegamos, en su mayor recorrido por senda,  al Cerro del Socorro. A los pies del Sagrado Corazón impresionante lugar con una espléndida panorámica de toda la ciudad, la moderna y la  antigua, la histórica y la residencial. Sin perder de vista las hoces y cortados del Júcar y el Huécar.

“Cuenca, concha de amor, abrazo breve

de la piedra a los ríos. Suena el viento

en el arpa del álamo y, sediento,

en el espejo de las piedras bebe.

Júcar y Huécar, paso a paso, hermanos,

ahondan sus hoces y se dan las manos

para cantar a coro sus canciones.

Cuenca, quieta en sus altos graderíos,

para decir adiós a los dos ríos

cuelga su corazón de los balcones”.

 Luis López Anglada.

Al bajar, todo el recorrido por pista, llegamos al Parador Nacional. Hubiese sido interesante una visita, pues me consta que, como en la mayoría de estos edificios,  las vistas son espectaculares. Más de 30 personas con indumentaria montañera no sé si hubiese sido bien recibida en tan elegante lugar.

Pasados unos 15 minutos nos encontramos con una importante parte del patrimonio de la ciudad: El Puente de San Pablo. De nuevo una espectacular panorámica de Cuenca. El día es claro, aunque las nubes comienzan a hacer su presencia. Al frente las “casas colgadas”. El Grupo va mermando. Múltiples variantes se muestran frente a la ciudad. Exposiciones, Museos, terrazas…Hay quien permanece un buen rato en la catedral de Santa María. Allí un grupo de turistas atiende las explicaciones de un guía. Algunos se unen y otros preferimos bajar hasta el Huécar. Donde confluyen las calles San Isidro y Trabuco se separan las dos rutas oficiales. Decir dos rutas se me hace extraño, pues  creo que más de 4 tuvieron lugar. Yo, fiel al recorrido de la ruta larga, junto con 7-8 compañeros me adentro en el casco de la ciudad. Nos dirigimos hacia el norte recorriendo las orillas del Júcar que atravesamos por un discreto puente. Discurrimos por la carretera hasta la ermita de San Julián “El Tanquilo”. Haciendo honor al nombre, este plácido lugar invita a tomar un descanso. Comer algo y tras cómoda subida, por los rocosos farallones entramos en el centro de la ciudad.  La comida está prevista para las 15.00 h. Tenemos tiempo y nos merecemos tomar algo en uno de los muchos bares que discurren en torno al Parque de S. Julián en las proximidades del Hotel. Siempre bien asesorados por los que allí llevan un buen rato.

Vamos encontrando a los que han optado por la ruta corta, a los que han preferido conocer sobre la gastronomía y buenos caldos, los más relajados, los que no han permitido obviar las muestras artísticas que ofrece la ciudad con sus museos y exposiciones, o el que ha preferido comprar el dominical y disfrutar con su lectura en una cómoda terraza frente a la ciudad. Comprar recuerdos o dulces típicos.

Nos acercamos al hotel. Pues la comida está prevista para las 15.00 h. y conscientes de que en una hora habremos terminado con las patatas, las judías, costillas y menos exquisita merluza, decidimos adelantar la hora de salida. Así que en menos de dos horas nos pusimos en Madrid.

Quiero agradecer las múltiples muestras de satisfacción que he recibido por parte de los participantes. He quedado sorprendida por la sinceridad que me han mostrado. He comprobado que en la diversidad está el éxito de un calendario de actividades. Que no son excluyentes salidas de diferentes características.

Esta actividad no hubiese podido llevarla a cabo sin la colaboración de Antonio en la elaboración de los tracks, de Pedro en la gestión contable y logística, de Javier A. recordándome aspectos descuidados y de la Junta Directiva que a pesar de los pesares…la aprobó.

Naty