Travesía por el Tirol

Tipo de actividad: Travesía circular de siete días completos y dos medios días, pernoctando todas las noches en refugios situados en Austria pero gestionados por DAV, Deutsche Alpen Verein, la asociación alemana equiparable a nuestra Federación Española de Deportes de Montaña y Escalada, FEDME.

ParticipantesDieciocho socios del Club, de ellos siete mujeres. Todos los participantes estaban federados, unos en modalidad B (ámbito: España y zonas vecinas) y otros en la C (ámbito: Europa). Más de la mitad de los participantes contratamos antes del viaje un seguro adicional al que incluye la Licencia de Federado; concretamente fuimos 6 mujeres y 5 hombres quienes suscribimos el seguro de la empresa Intermundial en su modalidad Grupos.

Los demás participantes decidieron no contratarlo, por considerarse ya protegidos por otros similares o por el de su respectiva Licencia.

Modo de transporteEl 22 de Agosto de 2014: En el aeropuerto de Barajas, Madrid, partimos en vuelo de AirEuropa a Munich, hacia las 7:30 de la mañana. En el aeropuerto bávaro nos esperaba el autocar particular contratado meses atrás para trasladarnos al Tirol de Austria, concretamente a la aldea de Pettneu, junto a la renombrada localidad y estación de esquí de Sankt-Anton am Arlberg.
En los días 23 a 29 inclusive: No realizamos desplazamientos intermedios en vehículo, salvo un par de traslados cortos entre localidades vecinas (para poder cubrir distancias mayores entre refugios) y un traslado de excepción de un participante lesionado, que se detalla más abajo.

El 30 de Agosto de 2014: Nos reencontramos en Sankt-Anton con el autocar previamente contratado, para trasladarnos al aeropuerto de Munich. Posteriormente, tomamos el vuelo (previsto hacia las 21:00 y finalmente muy retrasado) hasta Madrid.

PlanteamientoEl itinerario no seguía una propuesta conocida, sino que fue decidido a partir de las informaciones aportadas por un socio del club que conocía la zona; nos basamos en sus experiencias y en los mapas que nos prestó, completando todo ello con una consulta detallada de sitios de internet, para imaginar un recorrido “original“ que fuera tocando buen número de valles, conectándolos por pasos o collados (joch) de altitudes por lo general superiores a los dos mil metros.

Con esos criterios, nos iba a ser posible visitar tres zonas contiguas aunque suficientemente diferenciadas entre sí: El Arlberg, al norte de Sankt-Anton; el “Pre- Arlberg” (Vorarlberg) al noroeste, más concretamente las “montañas de las fuentes del río Lech” (Lechquellengebirge); y por último un extremo de la región montañosa al sur de Sankt- Anton (Verwallgruppe), que por su atractivo y extensión merecería un viaje aparte (una idea respaldada por la red de refugios que allí se encuentra).

El viaje se propuso como una actividad de senderismo que no hiciera necesario llevar material especial para escalada o para condiciones invernales (crampones, piolet). En consecuencia, el trazado previsto evitaría tramos de dificultad alta (indicados con color negro en la señalización local), y que por ello podrían aconsejar o requerir ese tipo de materiales. A cambio, exigiría la realización de etapas generalmente largas, y salvar casi diariamente desniveles típicamente alpinos por su pendiente fuerte y continuada.

Los tramos de mayor dificultad sí formaban parte de una larga ruta que atraviesa el Tirol: el Adlerweg, “Camino del Águila”, Eagle's Walk en inglés. Curiosamente, la dificultad de esos tramos, que por ello decidimos evitar, constituye una excepción dentro del conjunto de rutas, por lo general menos exigentes, que componen ese extenso itinerario de montaña.

IntendenciaPara llevar el menor peso posible, pues no contábamos con vehículos de apoyo, habíamos reservado desayunos y cenas en los refugios donde íbamos a pernoctar. De esta manera, solamente tuvimos que cargar con comida y bebida para tomar en ruta, provisiones que íbamos reponiendo en las localidades por las que pasábamos al descender a los valles de la zona.

La calidad de los alojamientos que contratamos fue bastante alta: Todos disponían de agua corriente, luz eléctrica, baños, restaurante, habitaciones donde poner a secar y ventilar la ropa (algunos días eso fue imprescindible...); y en algunos casos era posible ducharse con agua caliente, aunque solía requerir un pago adicional.

La limpieza de las instalaciones era ejemplar; y la calidad y cantidad de las cenas y desayunos era habitualmente muy buena. Los desayunos fueron de tipo buffet, aunque a veces incluían una sola bebida; y merece ser destacado que en todos los refugios se ofrecía un menú alternativo para vegetarianos (que comportaba casi invariablemente un plato de pasta italiana con tomate), y que casi todas las cocinas pudieron preparar platos sin gluten para una persona del grupo que así lo requería. Limitaciones mayores de la dieta no eran ya tan fáciles de resolver, pues los medios con que contaban los refugios eran limitados debido a su dificultad de acceso.

Algunos contaban con remontes mecánicos para provisiones, que en algunos casos podían usarse para subir las mochilas de los alojados, avisando antes y por un módico precio. Casi todos los responsables de los refugios se mostraron atentos a resolver nuestras dudas tanto sobre el alojamiento en sí como sobre las rutas alternativas que considerábamos cada día.

Era posible entenderse en inglés además de, naturalmente, en alemán; y en un refugio nos hablaron también en español.

En los refugios, la mayoría de los carteles y avisos, bastante numerosos, estaban solamente en alemán; y lo mismo cabe decir de las señalizaciones encontradas en ruta.

Para todas las etapas procuramos atenernos a senderos bien marcados y señalizados. La escasez o ausencia de nieve en las cotas por las que discurriríamos debería facilitar nuestro camino.

Las indicaciones fueron por lo general bien visibles, incluyendo marcas en las rocas así como frecuentes rótulos en forma de flecha que expresaban el punto de destino y la duración aproximada del tramo que faltaba por recorrer. Raramente se indicaban en esos rótulos distancias o desniveles implicados por los trayectos correspondientes. En unos pocos casos se encontraban también paneles explicativos, con mapas y otras informaciones sobre las rutas.

Incidencias:

EquipajeEl primer día de viaje echamos en falta una mochila en el aeropuerto de Munich; había sido concienzudamente “envuelta” en un plástico verdoso por los operarios de Barajas, pero ese color no impidió su extravío...

Al tramitar la reclamación nos dijeron que la mochila no llegaría en breve, por lo que ellos se encargarían de hacerla llegar a nuestro alojamiento; y pidieron para eso que consignáramos “la dirección donde se nos podría encontrar durante nuestro viaje”... 

Como íbamos a cambiar de sitio cada noche, detallamos todos los refugios previstos y las localidades cercanas. A pesar de ello, la mochila sólo sería recuperada cosa de un mes más tarde, para incomodidad y justo enfado de su dueño.

El percance obligó a tener esperando al autocar, retrasando nuestra partida. Afortunadamente, el conductor se ofreció a averiguar dónde podíamos encontrar, en la zona de destino, un comercio donde disponer del material de senderismo que faltaba. Llegar a la tienda, esperar a que abriera para la tarde, y elegir los artículos más necesarios, fueron causa de más retraso en nuestra ruta, pero pudimos completar el equipamiento para días posteriores.

Reservas en alojamientosHabíamos reservado plaza por correo electrónico en los ocho refugios en los que iba a ser necesario pernoctar de acuerdo con el trazado que habíamos establecido. Todos ellos cumplieron ese compromiso, si bien en algunos de ellos nos encontramos con que nos alojaban en espacios más incómodos que las habitaciones y camas que habíamos insistido en reservar.

En esos casos, y a petición nuestra, aplicaron los precios correspondientes al alojamiento entregado, algo inferiores a los previstos. En todos los refugios pedimos y obtuvimos descuentos en el precio, dada nuestra condición de federados, para lo cual presentamos las correspondientes tarjetas. Los descuentos no se aplicaban a los importes de las comidas.

Accidentes y lesiones: No se produjeron accidentes. Las variantes que para algunos tramos del recorrido previsto se ofrecieron como opción fueron realizadas solamente por los participantes que se encontraban con capacidad suficiente para ello, pues -según informaciones de los responsables de los refugios que visitábamos- no se trataba de tramos adecuados para recorrerlos nuestro grupo al completo. En el séptimo día, un participante tuvo dolores fuertes en una rodilla, descendiendo de una cima cercana al refugio donde habíamos pernoctado. A consecuencia de ello, mientras la mayor parte del grupo emprendía la etapa prevista, unos pocos nos quedamos con el compañero lesionado para ayudar a que se recuperara. Una hora después emprendimos el descenso al valle de Sankt-Anton, a pie pues no había comunicación rodada con el refugio. Una vez en Langen, dejamos al compañero en un autobús hasta Sankt-Anton, donde repuso fuerzas para reunirse dos días después con nosotros y tomar todos juntos el autocar de regreso a Munich.


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Desarrollo del viaje

Jornada 1

Tramos:
1. En avión: Aeropuerto de Barajas - Aeropuerto de Munich.
2. En autocar: Aeropuerto de Munich - Pettneu (junto a Sankt-Anton).
3. En autobús regular: Pettneu – Schnann.
4. A pie: Schnann (1180 m) – Desfiladero – Fritz Hütte (2200 m) – Ansbacher Hütte (2376 m).


Los participantes nos fuimos reuniendo con bastante antelación en el aeropuerto de Barajas, a lo largo de la noche, sobrellevando la incomodidad del vestíbulo de facturación con nuestra ilusión por comenzar un viaje preparado durante más de seis meses.

El retraso de algunos de los participantes del grupo dio un nerviosismo adicional a la mañana; cuando por fin llegaron, salvamos como pudimos las filas larguísimas de viajeros, que se habían ido formando ante los mostradores de “nuestra” línea aérea, y salimos literalmente corriendo hacia el control de pasajeros y las puertas de embarque.

Después de dormir un poco a siete mil metros sobre las cimas de los Pirineos primero y luego de los Alpes, aterrizamos en Munich, recogimos todas nuestras mochilas menos una que, como se relataba más arriba, no aparecería hasta mucho después de terminado el viaje, y subimos al autocar que nos esperaba pacientemente para llevarnos a Austria. Nuestro conductor, Hannes, aprovechó los atascos imprevistos causados por las muchas obras en torno a la capital de Baviera para irnos informando sobre los atractivos turísticos de la zona, y avanzar una previsión del tiempo para los próximos cuatro o cinco días; luego veríamos que Hannes tenía más dotes de conductor que de meteorólogo, aunque en una de las paradas el autocar amenazó seriamente con tumbar a una farola tirolesa que no quería apartarse...

Nuestro improvisado guía turístico, a la vez que nos señalaba un macizo cubierto de nubes que tapaban a la montaña más alta de Alemania, hablaba por el móvil para localizar una tienda de deporte en Austria, escuchaba las previsiones de la radio, y nos explicaba que el grupo al que acababa de llevar por el Tirol consistía en una delegación de los Emiratos Árabes, que incluía niños y que, según Hannes, “no iba para nada en un plan de senderismo extremo como de nuestro grupo”...

Llegados al pueblo de Pettneu y más concretamente a la tienda de material deportivo, aprovechamos todo lo posible sus rebajas de final de verano; y en la oficina de turismo, justo en el local contiguo, nos informaron de que con el autobús que pasaría en breve muy cerca de allí podíamos ahorrarnos los kilómetros de carretera que nos separaban del comienzo del sendero que debíamos tomar.

La responsable de la oficina nos sorprendió con un vale gracias al cual los dieciocho billetes de bus nos saldrían gratis, pues nos consideraba ya residentes en el término municipal; y después de una espera breve y alegrada con fotos y poses, bajo un sol más del sur de Europa que de esas latitudes, nos encontramos saturando con nuestras mochilas y nuestros nervios un autocar que en breve iba a dejarnos al pie de la primera gran cuesta de las muchas que nos esperaban en la zona.

Debíamos alcanzar con suficiente margen de horas de luz el refugio Ansbacher, a un poco más de mil metros sobre el valle. La poca distancia que eso suponía sobre el mapa significaba que íbamos a tener que salvar una pendiente importante, fríos como se encontraban nuestros músculos después de tantas horas de estar sentados en bancos, aviones y autocares.

Partíamos de la aldea de Schnann hacia el Norte, y parecía no haber subida posible por las laderas frente a nosotros. Vimos que era necesario seguir aguas arriba el curso alto de un pequeño pero bravo río de montaña, y que para recorrer el angosto desfiladero por el que bajaba debíamos caminar sobre rejillas metálicas fijadas a las paredes de roca; marchábamos sobre el vacío que podíamos ver a través de ellas, con las aguas furiosas al fondo.

Durante un par de horas encaramos un fuerte ascenso en zigzag, por senderos bien marcados pero bastante estrechos y situados al borde mismo de laderas que no invitaban a descuidarse.

El único respiro, necesario en la tarde inesperadamente calurosa, lo ofrecía el paso por el refugio Fritz, un balcón ajardinado con estanques que nos invitaba a un descanso imposible de tomar debido al horario estricto que nos habíamos tenido que marcar para llegar con tiempo suficiente a nuestro destino.

Poco después de ese refugio comenzaron a escasear los árboles y a aumentar las vistas panorámicas de los grupos montañosos situados al Sur, zona que no tocaríamos hasta siete u ocho días más tarde. Después de varias paradas muy breves para unas primeras fotos, accedimos a un terreno más abierto -aunque no menos pendiente- y divisamos la meta: el refugio Ansbacher, a 2376 metros de altitud.

Como recibimiento, algo que iba a ser frecuente en todo nuestro viaje: un pequeño cartel en verso, colgado de la valla metálica que rodeaba al refugio, y que en esta ocasión figuraba escrito por ... una liebre, Schnuppy, que rogaba a quien fuera con perros que los llevara de la correa, pues según sus propias palabras era muy asustadiza.

Nuestra instalación en el refugio sería un poco atropellada, pues nos encontrábamos por primera vez ante muchos detalles que tras unos días se repetirían y convertirían en habituales, pero que todavía nos eran nuevos y exigían una adaptación.

A pesar de los recelos que notamos hacia nuestro grupo en los responsables del refugio, que quizás desconfiaban de grupo tan nutrido y animado de españoles, nuestra estancia en ese refugio acogedor y tranquilo resultó ser de las más cómodas de todo nuestro viaje.

Una vez instalados en nuestras habitaciones y reorganizadas las mochilas para el día siguiente, veríamos desde nuestra ventana que la liebre del cartel, supuesta autora de las líneas que nos habían saludado y advertido, sí existía: dormía en una espaciosa jaula de madera, y era liberada para correr por los prados en torno a su “casa” cuando despejaban sus dominios los montañeros y sus temidos perros.

(Ansbacher Hütte: http://www.ansbacherhuette.at/)

Jornada 2

Ansbacher Hütte (2376 m) – Madau (1310 m) – Memminger Hütte (2242 m) 

Amplio recorrido sin dificultad importante en su mitad primera, pues consistía en un descenso prolongado y de pendiente moderada. Era la alternativa a un tramo del “Camino del Águila” etiquetado como “de dificultad alta” y que conecta directamente, por las cumbres, los refugios de comienzo y fin de nuestra jornada.

Dejando el refugio Ansbacher tras un excelente desayuno, tomamos rumbo norte para salvar el collado Flarschjoch (2464 m.) y luego afrontar un descenso prolongado y lleno de panoramas admirables por el sendero numerado como 635 en dirección NE hacia Madau.

Atravesamos tramos muy embarrados que, especialmente en el caso de prados favoritos del ganado local, constituían un terreno realmente incómodo de atravesar, aunque estuvieran en medio de paisajes merecedores de tantas fotos...

Una vez llegados al arroyo Parseier, que vertebra el valle desde Madau hasta Bach, decidimos subir a nuestro refugio de destino por la opción más directa de las disponibles.

De las dos alternativas que ofrecían una pendiente más suave, una de ellas (hacia el sur, remontando el río) incluía un tramo que podía ser demasiado expuesto, mientras que la otra (por el sendero 631, que haríamos al día siguiente aunque en sentido contrario) requería ascender hasta un collado que aumentaba el desnivel a realizar.

Como había opiniones diversas en cuanto a si desviarnos o no de nuestro camino para pasar por la aldea de Madau, improvisamos una votación; y resultó elegida la opción de acercarnos a visitar la aldea, parando para comer en un establecimiento que se anunciaba, tentador, en las indicaciones de ruta: La Gasthaus Hermine (foto siguiente). Esta “casa de huéspedes” resultó ser perfecta para reponer fuerzas, pues al vistoso edificio, muy cuidado y decorado alegremente al estilo típico de la región, sumaba una amplia terraza con sombrillas donde podíamos tomar nuestras provisiones o bien pedir sopas caseras y otros platos típicos, y por supuesto alguna cervecita para “hidratarnos”...

Desde ella, volvimos a nuestro camino por un atajo señalizado y tomamos la pista (marcada con el número 65) que permite acercarse también en vehículo al pie del refugio Memminger, a 2242 metros de altitud.

Donde se encuentra la explanada que sirve de aparcamiento está también la base de un remonte mecánico que permite subir provisiones al refugio, y también (mediante pago adicional) las mochilas de los senderistas menos dispuestos a cargar con ellas cuesta arriba por la buena pendiente que es necesario vencer.

Algunos miembros de nuestro grupo decidieron aprovechar esa facilidad y encajaron bien las mochilas en la cubeta destinada a transportarlas, avisando de ello al refugio mediante un teléfono de manivela que se encontraba allí con ese fin, y mediante el que conseguimos comunicarnos aunque con cierta dificultad; pero en vista de que no iban a ser remontadas inmediatamente, volvieron todos menos uno a cargar con ellas para no dejarlas sin vigilancia por tiempo indefinido. (La otra le sería entregada intacta a su dueña en el refugio unas horas más tarde).

La ascensión fue algo costosa debido a la pendiente del terreno, nuestra carga y la lluvia que comenzaba a caer, aunque nos evitara sudar tanto como la tarde anterior. El camino rodeaba toda la cara noroeste del macizo donde se asentaba el refugio, y permitía contemplar durante largo rato una gran cascada que descendía con fuerza y cuya vista nos compensaba del esfuerzo realizado.

Volvíamos a dejar abajo los bosques y pasar a terreno pedregoso, ganando buenos panoramas a pesar de estar cada vez más enturbiados por la niebla.

El refugio resultó estar absolutamente lleno: Era difícil moverse por sus espacios saturados, y hasta en la escalera encontramos montañeros instalados para pasar la noche.

Achacamos la situación a varios factores: Fin de semana de Agosto, relativa accesibilidad del refugio, atractivo de la zona que domina... No recibimos las habitaciones que habíamos intentado reservar, y tuvimos que conformarnos con un cuarto común donde las colchonetas se apretaban unas a otras.

También la parte de restaurante se encontraba saturada, y nos derivaron a una carpa calefactada, aceptable pero que fue acentuando sus goteras a medida que avanzaba la cena.

Ésta fue muy completa, con platos locales de difícil traducción y con sabores más fuertes que el estofado previsto, que los muchos clientes anteriores habían agotado para cuando nos pudimos sentar a la mesa. Al término de la cena felicitamos al chef y responsable del refugio, que nos dio buenas indicaciones sobre la ruta que pensábamos seguir al día siguiente.

(Memminger Hütte: http://memminger-huette.at/wordpress/)

 

Jornada 3

Memminger Hütte (2242) - Bach (1062 m) - Frederic-Simms Hütte (2002 m)

Tanto por los cálculos sobre el mapa como por las consultas realizadas la noche anterior, sabíamos que nos esperaba una etapa especialmente larga, más larga que lo calculado en un principio; y que -al igual que en los dos días anteriores- tendría como parte final una subida larga y empinada hasta el refugio de destino.

Así pues, procuramos apresurar nuestra salida y salvar pronto el collado de Oberlahmsjoch (2505), que nos separaba de la zona que habíamos descartado hacer de subida el día anterior, y por donde hoy iba a discurrir toda nuestra bajada al valle.

Durante la noche había nevado bastante a pesar de ser Agosto, y aunque no era necesario usar material invernal encontrábamos en esa altitud un tiempo sensiblemente más frío y ventoso, y terrenos más resbaladizos, dificultando todo ello el recorrer ese primer tramo alto de nuestra jornada.

A medida que salvábamos el collado y emprendíamos el largo descenso, iba mejorando la temperatura y despejándose la niebla, dejándonos ver por fin, si no las cimas de altitudes cercanas a los 2700 metros, al menos los peñascos imponentes que flanqueaban uno y otro lado del camino. Al cabo de pocas horas de marcha disfrutábamos nuevamente de temperaturas primaverales y de un terreno más cómodo.

El avance era demasiado relajado para la distancia total a recorrer ese día, por lo que una vez en el valle cerca de Madau, donde nos habíamos desviado el día antes, decidimos ver si era posible tomar uno de los minibuses que trasladaban a excursionistas hasta la población cercana de Bach, punto intermedio de nuestra jornada. La alternativa era recorrer esa misma carretera a pie, algo arriesgado por su estrechez y los desplomes apreciables en muchas partes del camino; o tomar un sendero señalizado que discurría por el otro lado del valle pero que estaba marcado como difícil y que, además de los apuros que pudiera hacernos pasar, podía retrasar mucho nuestra marcha. 

Afortunadamente pudimos encontrar plaza para todo el grupo en una de los minibuses y, por un precio ventajoso para el conductor, ahorrarnos entre ocho y diez kilómetros de camino, reservando fuerzas para el resto de la etapa, que se prometía mucho más atractivo.

Al llegar a Bach hicimos una pausa para comer, unos en la plaza justo delante de las escuelas, y otros en un restaurante cercano. Los segundos decidieron alargar su pausa e insistieron en que alcanzarían a los primeros, que continuamos la marcha cuanto antes para no retrasar nuestra llegada al refugio. Fuimos hacia el Oeste por senderos locales poco señalizados, junto a la carretera que une Bach con Lech.

Alcanzada la aldea de Stockach, la primera tras dejar Bach, descartamos seguir el track que llevábamos en nuestro gps, pues discurría por una senda que se veía complicada y poco marcada.

Descendimos en cambio en dirección Noroeste hasta la carretera, donde ya encontramos las marcas “oficiales” que nos dirigían al Suroeste, hacia el refugio de destino. Seguimos una pista ascendente, cuyas amplias curvas pudimos atajar por caminos bastante empinados, hasta llegar a un tramo de túneles; en ellos resultó conveniente usar nuestras lámparas frontales. De cuando en cuando, aperturas en las imponentes paredes de roca nos ofrecían panorámicas excelentes del valle que habíamos dejado.

Pasado este tramo llegamos a un terreno más abierto, teniendo ante nosotros todo el valle por el que debíamos subir, continuando por la pista que atravesaba extensas praderas hasta cruzar el arroyo Sulzlbach. 

En ese punto se hacía más pronunciada la pendiente, y sobre todo cuando la pista se convertía en un sendero zigzagueante muy empinado, que costaba subir por nuestra carga y por el cansancio acumulado desde el comienzo del viaje. Las vistas alrededor eran magníficas en todo momento, y aunque tardábamos en llegar al pequeño refugio encaramado sobre nosotros, estábamos seguros de que nos regalaría unas vistas extraordinarias sobre todo el valle y las montañas circundantes.

Después de muchos escalones preparados para facilitar la subida, un último giro, irónicamente marcado como Gott-sei-dank Kurve (“la curva de dar gracias a Dios”) nos hacía alcanzar por fin la terraza del refugio Frederick Simms, y sentirnos felices de descargar nuestras mochilas y poder respirar tranquilos, rodeados de tantas cumbres.

En el pequeño y bastante cómodo refugio nos recibieron muy amablemente los componentes jóvenes pero resueltos, del pequeño equipo que lo gestionaba. La calidad de su atención nos hace recordar esa estancia como una de las más agradables de todo el viaje, y que ya entonces nos hizo desear haber podido permanecer allí más tiempo del previsto.

Su ambiente tranquilo, de resonancias intencionadamente orientales (como informaban varias lecturas que estaban a disposición del viajero), se condensó en la inesperada y suave música que nos despertó sin sobresaltos a la mañana siguiente.

(Frederik-Simms Hütte: http://www.simmshuette.at/)

 

Jornada 4

Frederic-Simms Hütte (2004 m) – Langzugjöchl (2525 m) - Kälberlahnzugjoch (2565 m) - Kaiserjochhaus (2310 m; sólo parte del grupo) – Edelweisshaus-Kaisers (1544 m)

Resultaba conveniente que la etapa del día fuera menos larga que las anteriores, para recuperar fuerzas y poder hacer en buenas condiciones las rutas de días posteriores. Para ello habíamos contemplado la posibilidad de ir hacia el Oeste, por el camino que nuestro mapa señalaba como más directo al refugio de destino; pero nuestros anfitriones nos alertaron de que ese camino había sido cerrado, debido a la peligrosidad de algunos tramos.

Por tanto, hubimos de remontar la ladera en dirección Sur, hacia Kaiserjochhaus, teniendo especial cuidado al trepar por un tramo de roca resbaladiza sobre cuya peligrosidad nos habían alertado en el refugio.

Tras remontar el semicírculo de roca que hacía de balcón gigante sobre el valle paramos en el collado Langzugjöchl (2525 m), justo a los pies de la “cima del fuego”, la Feuerspitze (2852 m), para disfrutar de las vistas amplísimas que abarcaban casi toda la parte norte de los Lechtaler Alpen.

Algo más adelante, justo tras salvar el paso Kälberlahnzugjoch (2565 m), decidimos dividirnos en dos grupos: la mayoría de nosotros emprendió la bajada hacia el valle de Kaisers (literalmente: del Emperador, o imperial), mientras un pequeño grupo formado por los más expertos decidía ir en cambio por un tramo marcado como de alta dificultad y que daba un exigente rodeo por las crestas, recorriendo algunos tramos bastante expuestos, para llegar hasta el paso de Hinterseejoch (2464 m) y luego al refugio Kaiserjochhaus.

Un empinado descenso les llevaría después al mismo valle que desciende hacia Kaisers, para llegar sin problemas unas horas más tarde que el resto del grupo a la Casa Edelweiss, en la parte alta de las afueras del pueblo.

Este alojamiento, recientemente reformado con mucho acierto, estaba situado a una altitud varios cientos de metros menor que los restantes de nuestro viaje, y tenía por ello un carácter más urbano y reposado. Las horas de descanso que nos quedaron libres por la tarde sirvieron bien a nuestro propósito de relajar un poco el ritmo del viaje, preparándonos para los días que nos esperaban y que se prometían más exigentes, por el desnivel que debíamos ascender pero también por la lluvia que ya comenzaba a caer con insistencia.

(Edelweisshaus Kaisers: http://www.alpenverein-stuttgart.de/index.php?id=262)

 

Jornada 5

Edelweisshaus-Kaisers (1544) - Leutkircher Hütte - Stuttgarter Hütte (2385)

La lluvia se hizo más intensa durante la mañana siguiente, e hizo que nos aconsejaran insistentemente- por lo muy resbaladizo de los terrenos, fueran de roca o de pradera- que desistiéramos de las variantes que habíamos contemplado para la jornada. Esas variantes nos habrían llevado al refugio Leutkircher y desde él, si el tiempo lo hubiera permitido, directamente al de Stuttgarter por las crestas montañosas que dominan el Norte de Sankt- Anton. Fuimos en cambio por el valle que remonta el arroyo Almajurbach, donde primero hicimos una breve parada ante una curiosa capilla al aire libre, diminuto chalet alpino que techaba un elaborado altar tallado en un único y gran tronco de árbol.

Más tarde, de las dos vaquerías que nos habían avisado que encontraríamos en nuestro camino, pasamos de largo la primera, Almajur Alp; pero no la segunda, Erla Alp, a la que llegamos en un momento en que la lluvia se intensificaba y hacía aconsejable detenernos, pendientes de que dejara de arreciar.

En ella segunda vaquería encontramos, para nuestra sorpresa, una combinación de varios negocios: pequeña venta de fruta y quesos del país; bar con mesas al aire libre, protegidas por un alero que no bastaba para protegernos a todos nosotros y nuestras mochilas; y establos limpísimos, ejemplares en el orden de sus aperos, y vacíos del ganado que los acogería en otros momentos...

A esos espacios se nos invitó a entrar para que abrigáramos un poco nuestra espera; y como se alargaba, varios de nosotros llegaron a improvisar una voluntariosa coreografía, que dibujó sonrisas en el par de motoristas que, igual de inesperadamente, fueron por una hora los otros huéspedes de tan insólito hotel de montaña.

Sin que la lluvia cesara, decidimos proseguir la marcha y emprender la subida más fuerte del día, por un sendero que iba estrechándose hasta no ser más que una estrecha cuerda entre laderas resbaladizas y peligrosamente disimuladas por la niebla que intentaba borrar las cumbres. Al llegar al collado de Erlijoch (2430 m), algunos de nuestros compañeros dejaron sus mochilas al abrigo de unas peñas y añadieron al recorrido previsto un ascenso suplementario, el del pico Fanggekarspitze (2640 m); a ellos les siguieron algo más tarde otros miembros del grupo; y a todos les faltó el regalo de las vistas que se intuñiann asombrosas y de las que en otras condiciones habrían disfrutado, desde esa cima tan estratégicamente situada en el corazón de los Alpes de Lech. Pero les quedó la satisfacción de la meta conseguida, y de acercarse un poco más a esa cota de los tres mil metros que sería el límite superior, inalcanzado, de todo nuestro viaje.

Un corto tramo, por altas praderas que comenzaban a embarrarse, nos llevó sin problemas al Stuttgarter Hütte, donde recibimos una atención esmerada que se hizo más cercana gracias a que de nuestras dos anfitrionas, Rita y Elisabeth, la segunda hablaba con cierta soltura el español, resultado de sus estancias en Argentina. Se traba de un edificio con amplias zonas comunes para restaurante, donde -a diferencia de otros similares como el Memminger que ya habíamos visitado, y el Ravensburger que nos esperaba al día siguiente- disfrutamos de mucha tranquilidad pues casi éramos los únicos huéspedes. Solamente coincidimos allí con dos jóvenes hermanas y con otros dos experimentados senderistas alemanes; serían muy útiles al día siguiente los buenos consejos de estos últimos y de Heidi Beiser, gestora del refugio, sobre la mejor ruta que podíamos tomar.

(Stuttgarter Hütte: http://www.alpenverein-schwaben.de/huetten/stuttgarter-huette.html)

Jornada 6

Stuttgarter Hütte (2385) – Zürs (1750 m) - Lech (1400 m; visitado por una parte del grupo) - Ravensburger Hütte (1950)

Al planificar nuestro viaje sobre el mapa, habíamos dudado mucho sobre cuál de las alternativas que se nos presentaban sería mejor elegir para alcanzar, desde nuestro refugio “Stuttgartense”, el de destino situado al otro lado del valle del río Lech:

• Podíamos ir hacia el Norte, pasar por las cimas del Rüfispitze, descendiendo -a pie o en teleférico- hasta Lech, para desde allí tomar la pista o los senderos que describiendo un arco anti-horario “de 12 a 9” llevaban hasta el refugio Ravensburg;

• O bien bajar hacia el Oeste, de manera bastante directa, hasta la lujosa estación de esquí de Zürs, para desde ella y cruzando el río Lech remontar la ladera opuesta del valle.

La primera opción la descartamos por consejo de nuestros improvisados asesores alemanes, compañeros en el refugio Stuttgarter : Habían hecho el día antes en sentido contrario el tramo desde el Rüfispitze hasta el refugio, y ese terreno totalmente embarrado (“Voll Matsch”, como no dejaban de repetir) les había resultado una pequeña pesadilla que querían evitarnos a toda costa. Por tanto, todo el grupo descendimos hasta Zürs, bajada que discurría por pista tras un tramo de buen sendero, y que no habría supuesto problema alguno... si no fuera porque, a mitad de camino, una integrante del grupo recordó haber olvidado su teléfono móvil en el refugio que habíamos dejado casi una hora antes...

Un generoso “voluntario” de entre nosotros se ofreció para ir a recuperarlo mientras los demás proseguíamos la bajada. Entre el fraccionamiento del grupo que resultó de todo ello, la lluvia moderada pero constante, y la espera hasta que nuestro compañero volviera con su trofeo, nos vimos detenidos cerca de una hora en el porche de la iglesia de Zürs; aprovechamos para visitarla, aunque se trataba de una construcción moderna, correcta y serena pero sin demasiado atractivo.

La población, dedicada mayoritariamente a la hostelería de lujo durante la época invernal, se encontraba casi deshabitada; los numerosos hoteles estaban cerrados, al igual que las cafetería entre las cuales buscamos sin éxito alguna donde poder tomar algo caliente; y la oficina de turismo no abría sus puertas hasta más tarde.

Sólo gracias a los paneles informativos y a nuestros dos camaradas alemanes antes citados, y que coincidían con nosotros en esa parte del recorrido, supimos que un autobús de línea podía trasladarnos a la población de Lech, evitándonos -si queríamos- el ascenso directo, bajo la lluvia, de todas las pistas de esquí en su vertiente Oeste...

Al menos una parte de nosotros preferíamos no seguir esperando; ya nos habíamos quedado bastante “fríos”... Decidimos “pasar de bus”, y afrontar sin más demora la buena cuesta que nos esperaba. La parte restante del grupo prefirió esperar pacientemente en la parada hasta ser transportados hasta Lech, donde antes de reemprender el camino a pie harían una visita más gastronómica que turística, disfrutando de los productos de una pastelería local.

Quienes subimos desde Zürs hasta el paso (“Joch”) de Madloch, pudimos recorrer un sendero bien señalizado que pasa por el lago Zürsersee y lo rodea en parte, como para exhibirlo, antes de ponerse más serio y retarnos con una buena pendiente que no se interrumpe hasta llegar al extremo de uno de los remontes más altos de la estación, en el paso antes citado. El viento en ese punto y la necesidad de hacer un alto en el camino nos obligaron a resguardarnos donde pudimos: Tras los soportes de la maquinaria del remonte, o dentro de la garita de control, o sentados en una silla multiplaza medio cubierta, curioso asiento (y precaria protección) para disfrutar de un paisaje que la niebla apenas mostraba.

Felices de haber remontado el tramo que creíamos el más difícil del día, emprendimos descenso hasta el refugio que ya veíamos al Suroeste; pero a pesar de los buenos consejos recibidos horas antes, no nos libraríamos del barro que la lluvia creaba sin parar.

Tras atravesar un canchal cuya piedra suelta nos pareció “incómoda” nos encontramos con la verdadera, ingrata y poco lucida incomodidad del día: Un sendero cuesta abajo totalmente embarrado, en el que raro fue quien de nuestro grupo no se resbaló aparatosamente más de una vez, y del que cuando nos salíamos intentando evitarlo nos encontrábamos deslizándonos por la hierba mojada, o arriesgándonos a fracturas o torceduras por introducir un pie en alguna de las innumerables madrigueras de marmota que habitan en esas laderas.

Hartos de barro, llegamos al Ravensburger Hütte donde fue necesario aprovechar durante largo rato el pilón de agua corriente y el cepillo de púas ofrecidos al viajero a la puerta del alojamiento.

Una vez limpiados a conciencia tanto nuestra ropa impermeable como las botas que el camino había medio convertido en patines, pudimos entrar en la antesala donde descalzarnos y poner a secar lo necesario, en el útil cuarto calefactado junto a la entrada; y luego encontrar las habitaciones que nos habían asignado, y que resultaron cómodas y acogedoras pues eran para pocas personas.

Libres de las mochilas, realizados los estiramientos de rigor, aseados y preparados para el descanso, nos reunimos en el restaurante donde pudimos comentar las curiosidades del día y disfrutar de la cena, que fue atendida por personal amable aunque bastante solicitado por la gran cantidad de huéspedes presente en aquel momento. Suponemos que se debía a las pistas rodadas que llegan hasta el mismo refugio, y una carretera que se encuentra “a tiro de paseo” si se rodea el hermoso y cercano lago de Spuller.

Hasta el lago llegan diariamente desde la población de Lech, al menos en esas fechas veraniegas, varios autocares de línea regular.

(Ravensburger Hütte: http://ravensburgerhuette.at/index.php?id=10)

Jornada 7

Ravensburger Hütte (1950) - Langen (950)- Kaltenberg Hütte (2089)

Después de la jornada anterior, pasada por agua y por barro, nos alegró ver que el tiempo mejoraba sensiblemente, y que la mañana prometía ser de nuevo muy agradable. Nos decidimos a cumplir el plan que habíamos comentado en nuestras charlas de la noche anterior: Hacer un pequeño “extra” en el itinerario, consistente en una breve ruta de ida y vuelta hasta la cima del pico Spuller-Schaffberg, de 2679 metros de altitud, que se cierne sobre el refugio Ravensburg por el Oeste.

Dos compañeras decidieron no participar en esta “excursión”, adelantando en cambio su partida hacia el refugio que nos esperaba para la noche siguiente. Una tercera senderista decidiría algo más tarde no completar la subida, y esperar al resto del grupo en el refugio.

La gran diferencia con las rutas de días precedentes era que no estábamos condicionados por la carga, pues podíamos dejar en el refugio nuestras mochilas de travesía y llevar en cambio lo imprescindible para unas horas.

Ascendimos a buen ritmo por un sendero estrecho y bien marcado, donde el terreno permitía por lo general un paso seguro, con eventuales tramos de piedra suelta y de barro que no llegaron a ser difíciles. El sendero estaba trazado en gran medida por la cuerda misma de la montaña, y bastaba con asomarse desde algunos puntos propicios para poder admirar los imponentes cortados que la montaña presenta en su vertiente Oeste.

En la cima, de terreno muy quebrado, encontramos dos cruces, una de ellas de varios metros de altura, y diversas placas conmemorativas. Gracias al buen tiempo, pudimos disfrutar tranquilamente de las amplísimas vistas que desde allí se consiguen de toda la zona circundante del Tirol; y nos entretuvimos tomando bastantes fotos de nuestro grupo, algo que la lluvia de días anteriores no había facilitado.

Los compañeros fueron emprendiendo el descenso, cada uno a su ritmo, y notamos dificultades en la marcha de uno de ellos. Nos avisó de que prefería ir despacio, y por ello le dejamos atrás, pero al llegar al refugio y ver que se retrasaba salimos a su encuentro y vimos que caminaba con mucha dificultad; se trataba al parecer de una sobrecarga muscular en una pierna, cuyo alcance desconocíamos. Le dejamos reposar en los bancos junto al refugio, ayudándole a que relajara la pierna dolorida, y esperando a que le hiciera efecto un analgésico.

La mayoría del grupo fue partiendo para adelantar camino, y una pequeña parte de nosotros acompañamos más despacio al lesionado en el descenso al valle. Lógicamente se trató de un descenso laborioso, algo complicado por el hecho de que dos miembros del grupo debieron retornar al refugio para recuperar una chaqueta-cortavientos olvidada por un tercer miembro...

Mediada la bajada, unas zonas de obras causadas por recientes desprendimientos de tierra habían hecho modificar temporalmente la ruta “oficial” y obligaban a bajar por pista rodada en vez de por el habitual sendero empinado que atraviesa el bosque; este cambio forzoso facilitaba el camino al lesionado. Después de un buen tramo de pista, y de nuevas obras por aún más desprendimientos producidos en el mismo cauce de río que los de más arriba, divisamos en el fondo del valle la población de Klösterle -que no era necesario tocar-; pudimos comprobar las fuertes barreras que se habían preparado para proteger a las poblaciones del valle de los devastadores aludes frecuentes en esas laderas extremas.

Continuamos bajando hasta alcanzar la población de Langen, cuya moderna estación de tren nos obligó a recordar el avanzado país donde nos encontrábamos, después de los parajes agrestes de mil o mil quinientos metros más arriba. Dejamos a nuestro compañero lesionado en un autobús de línea que le llevaría sin más problemas a la población de Sankt-Anton, y esperamos a los que habían quedado aún más rezagados, a causa de la chaqueta olvidada...

Una vez llegados, y dándoles un poco de descanso, buscamos la continuación de nuestra ruta, que pronto pasaba al otro lado de las vías y comenzaba a ascender combinando tramos de pista -que limitaba fuertemente el paso de vehículos- con tramos de sendero “bosque a través”, de pisada más agradable. Al cabo de bastantes revueltas llegamos a zonas descubiertas, al pie de cascadas que fueron fondo de nuestras fotos, y que anunciaban que la pendiente que cerraría la jornada iba a ser de nuevo especialmente fuerte.

Aproximándonos al refugio, pasamos por una granja donde niños locales se divertían jugando con los animales domésticos que les rodeaban: Caballos, cabras, patos, gansos, y otras especies que soportaban más o menos pacientemente a sus “cuidadores” para no estropearnos a los visitantes una tan típica imagen alpino-campestre. Entretenidos con ella, hacemos las últimas rampas que nos separan del refugio, situado estratégicamente en un promontorio soberbio dominando toda la crestería de montañas hacia el Norte y Noroeste; al fondo de ellas contemplaremos unas horas más tarde, desde las ventanas del salón-restaurante donde estaremos cenando, una espectacular puesta de sol.

Somos bienvenidos en el refugio Kaltenberg los últimos en llegar de nuestro grupo; algunas compañeras ya se han hecho con el sitio y nos orientan rápidamente para que podamos prepararnos lo antes posible para la cena, que disfrutaremos como se merece por el esmero con que vemos prepararla a nuestros anfitriones. Éstos se divertirán un poco a costa nuestra cuando, tras los postres, nos inviten a un licor local que resultará bastante más fuerte de lo esperado, pues estará hecho con... chiles picantes, bien visibles luego en el fondo de la botella que habían escondido. Para que luego digan de los españoles...

(Kaltenberg Hütte: http://kaltenberghuette.at/)

 

 

Jornada 8

Kaltenberg Hütte (2089) – primer collado - Lagos al pie del pico Kaltenberg – segundo collado - Konstanzer Hütte (1688 m)

Para este día, los responsables del refugio nos desaconsejan que intentemos alcanzar la cima del pico Kaltenberg; o al menos “recomiendan insistentemente” que no subamos por allí el grupo al completo. No son pocos los motivos para disuadirnos: No tenemos material para movernos con seguridad con el glaciar, ni hay una ruta señalizada alternativa; no conocemos esa montaña, no disponemos de un track fiable y completo hasta la cima, y las previsiones meteorológicas avisan de un empeoramiento a medida que avance la jornada....

Nuestros anfitriones nos toman unas relajadas fotos de nuestro grupo ante la fachada principal del refugio, con las vistas del valle al fondo; y en seguida emprendemos la marcha por el sendero que sube sin cesar hasta el collado que nos separa del pico Kaltenberg, y permite la visión de su muy respetable cara Norte, mostrándonos su glaciar.

Mientras paramos en el collado y realizamos sin problemas (y sin mochila) la cercana cima del Krachelspitze (2686 m), para consolarnos un poco de tener que renunciar a su dominante hermano mayor, dos compañeros se adelantan hasta los lagos situados en la hondonada que separa ambas cimas; y siguiendo el track de que disponemos, y las marcas que pueden adivinar en el terreno, emprenden la subida del pico.

Proseguirán un buen rato ladera arriba, gracias a su excelente forma física; pero tendrán que desistir de continuar hasta la cumbre, pues la ausencia de sendero y de marcas, unido a lo arriesgado de algunos tramos, les aconsejarán dejar el intento para otro viaje, bajando ladera para bordear nuevamente los lagos que suavizan el paisaje al pie del pico.

Al mediar el tramo relativamente llano, aunque accidentado, que nos separa del último collado que deberemos ascender en todo nuestro viaje, aprovechamos para hacer una pausa antes de que pueda caer la lluvia anunciada, y tomamos una comida ligera mientras damos tiempo a nuestros dos compañeros para que acorten distancias con el resto del grupo.

Salvamos luego el collado de Gstansjöchli, a la nada despreciable altitud de 2573 metros; y desde allí ya todo será un largo pero atractivo descenso de casi mil metros.

Llegaremos a nuestro destino para esa noche, el refugio Konstanzer (1686 m), que se encuentra bien protegido por cimas como el Gaiserkopf (2200 m), Drosberg (2661 m), el Kleiner Pateriol (2590 m), y apenas algo más lejos varios picos que rozan ya los tres mil metros de altitud o incluso los superan como en el caso del Pateriol.

(Konstanzer Hütte: http://infobolter.at/)

Jornada 9

Tramos:
1. A pie: Konstanzer Hütte (1686 m) – Desfiladero de Rosanna - Sankt-Anton (1300)
2. En autocar: Sankt-Anton - Aeropuerto de Munich
3. En avión: Aeropuerto de Munich - Aeropuerto de Barajas

Para alcanzar Sankt Anton y reencontrarnos con el autocar que nos llevará al aeropuerto, solamente nos quedan por recorrer a pie desde el Konstanzer Hütte unos diez kilómetros, de bajada en su mayoría. Pero no por ser los últimos de nuestro viaje los haremos con menos admiración de los paisajes que vamos contemplando. Esta mañana nos acompaña continuamente el río Rosanna, que nos acerca a Sankt-Anton, y podemos unir a la vista de los paisajes la lectura de algunos poemas, en paneles que en aquella zona es costumbre ofrecer al paseante.

A mitad de camino, disfrutaremos del rodeo por el lago Verwall, a unos 1480 metros de altitud.

Y más cerca del final de nuestra breve etapa podremos encontrar, como despedida, el último de los desfiladeros de nuestra peripecia tirolesa: Rosannaschlucht, donde una vez más los grandes troncos caídos en el río nos mostrarán la incesante fuerza de la naturaleza, formando los paisajes que hemos tenido la suerte de recorrer durante esta larga semana de Agosto.

De vuelta al ambiente urbano, y tras breves compras en las tiendas volcadas al turista, nos alegraremos de reencontrar a nuestro compañero lesionado, aún pendiente de diagnóstico y tratamiento completos que recibiría una vez en Madrid. En el autocar, mientras el coordinador del viaje repasa las cuentas de gastos para cerrarlas antes de que el grupo comience a dispersarse, los demás participantes prepararán a sus espaldas una sorpresa: un lujoso libro de la región que acabamos de recorrer, firmado por todos ellos. ¡Gracias!

Al circunvalar Munich dejamos, al pie de las espectaculares torres de una conocida firma de automóviles, a dos de nuestros compañeros que han querido aprovechar la ocasión para alargar un poco su estancia y visitar la ciudad, volviendo a Madrid algún día más tarde que el grupo. Los pasillos del aeropuerto, y la mochila perdida, nos obligarán a nuevas caminatas, bastante menos interesantes que las de días anteriores...

Llegaremos muy fatigados, tarde pero bien, y comentando ya varios planes para volver a viajar juntos... con la venia del Club Pegaso.


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Selección de sitios web

Refugios visitados

  • Ver más arriba los enlaces al final de las descripciones de jornadas.

Sankt-Anton

  • http://www.stantonamarlberg.com/en/home/index.html

Alpes de Lech

  • Portal Tiroler Lechtal: http://www.lechtal-info.com/
  • Cascada de Simms: http://www.lechtal-info.com/wanderungen/simms-wasserfall-schigge.html

Senderos de gran recorrido en el Tirol

  • Tirol’s Eagle Walk (“Camino del Águila”): http://www.tyrol.com/eagle-walk

Asociaciones de Montaña

  • Asociación Austríaca OeAV, Oesterreichischer Alpenverein:
  • http://www.alpenverein.at/portal/
  • La Asociación Alemana DAV, Deutscher Alpenverein, tiene en la zona del Tirol austríaco varios refugios que dependen de diversas Secciones de la Asociación, entre ellas las siguientes: DAV Sektion Schwaben Deutscher Alpenverein Sektion Stuttgart

Naturaleza en Austria

  • Parques Nacionales de Austria: http://www.tourmycountry.com/austria/nationalparks.htm 

 

 

MEMORIA DE ACTIVIDAD del Club Pegaso
por Ignacio Miró, coordinador

 

 

 

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